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viernes, 6 de agosto de 2021

DE ESPAÑA (II)

 

  1. No creo que sea imposible, pero a largo plazo. La Historia permite hacer algunas reflexiones sobre la dificultad de un Estado-nación español que ha fracasado desde el mismo siglo XIX. La guerra de la Independencia fue una oportunidad perdida, porque en la defensa del territorio frente al invasor extranjero estaban ya en germen las ideologías opuestas que de un modo u otro han prevalecido hasta la actualidad. Las guerras carlistas, un ejemplo trágico de esa pugna ideológica, acabaron por dividir las sensibilidades políticas de gran parte de la población. Paradójicamente, los derrotados salieron reforzados en algunas de sus pretensiones gracias a los privilegios forales concedidos por Cánovas y reforzados posteriormente por Franco. La España conservadora se convirtió con Primo de Rivera y el golpe de estado del 36 en la España reaccionaria que no dudó en aprobar y apoyar un régimen fascista que dejaba fuera del concepto España y españoles a quienes se habían opuesto y seguían oponiéndose a él. Lo "español" adquirió una connotación conservadora asociada al régimen de Franco.
    Muerto el dictador, sus herederos aprovecharon la ocasión de la célebre Transición para agazaparse revestidos de un plumaje neoliberal que, sin embargo, ha ido perdiendo sus plumas con el paso de los años.
    En España las costuras de una Transición fallida están estallando. No resulta creíble la invocación nacionalista o etnicista de los particularismos catalán o vascongado. Esa mirada al pasado es mera parafernalia para mentes estólidas que ignoran la realidad histórica. De modo que el republicanismo histórico de Cataluña es una invención relativamente reciente. Su punto de arranque, como el del resto del republicanismo español, es la 2ª República, truncada por el golpe de estado del 36. Ningún nacionalismo dentro del Estado puede reclamar un origen más antiguo.
    Aceptada esa premisa de un republicanismo legitimado por la historia truncada del siglo XX a causa de la Guerra Civil y el régimen fascista, la partida ideológica se plantea de nuevo en dos bandos. Es una tremenda simplificación, pero no es menos cierto que asistimos a ella cada día con mayor intensidad en los medios y en los círculos de la política diaria. La piedra de toque sobre la que debería fundarse el "patriotismo constitucional" al que se alude más arriba debería ser la superación real y mental de los resabios del régimen fascista de 1936-1976. Para eso hace falta desenterrar a los muertos que aún yacen en las cunetas y junto a las tapias de los camposantos; dar una versión no ideologizada de lo que sucedió en aquellos años, para aprendizaje de las generaciones actuales y venideras; y borrar cualquier objeto físico o mental que esgrima la más mínima justificación de aquellos años. También la Transición debe ser revisada en su lectura histórica, del mismo modo que la Constitución debe ser revisada para adaptarla al simple paso del tiempo.
    Pero para todo eso hace falta un consenso que es muy difícil lograr.
    Una definición de manual del "patriotismo constitucional" solo puede ser generosa con los menos favorecidos; se me hace, por lo tanto, más próxima a los postulados sociales de UP. Pero esa premisa es una de las que más asusta a las fuerzas reaccionarias. UP esgrimía la Constitución en las dos campañas electorales que llevaron al Gobierno a Pedro Sánchez. Esa idea del cumplimiento de la Constitución en la práctica diaria del gobierno es una idea altamente corrosiva para el PP y VOX, que solo pretenden boicotear a través de una oposición en la que no hay reglas y esclerotizar el sentido prístino de la expresión apropiándoselo del modo más burdo, como ha ido haciendo con otros símbolos: la Monarquía, la bandera, la idea de España, la misma Constitución, una parte del poder judicial...

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