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jueves, 2 de enero de 2020

¿QUÉ PASA CON LOS INTELECTUALES?







Constituye un problema no menor intentar comprender la razón por la que tantos intelectuales, tenidos y considerados antes como progresistas, sean hoy implacables enemigos y acusadores constantes de las dos fuerzas principales de la izquierda española, y se comporten como rabiosos dobermans contra cualquier forma de nacionalismo periférico, sin distinción. También constituye un misterio saber por qué se manifiestan sin pudor con dirigentes populares de discurso concomitante con la extrema derecha (ver foto), políticos que juegan sin rubor con el rédito del terrorismo o con las vidas arrebatadas por el Covid-19. También nos gustaría comprender qué vieron muchos de ellos en Ciudadanos y en su líder –algunos incluso después de su deriva política, incomprensible incluso para antiguos compañeros de viaje- para seguir apoyándolo o no dirigirle la más mínima crítica (con excepciones, ya se sabe: Francesc de Carreras).
   Algunos filósofos, politólogos, escritores o periodistas simplemente se han convertido en furiosos enemigos de todo lo que les suena a progre. En esto, como en tantas ocasiones, vamos a rebufo de Francia, que ya tiene una amplia tradición de intelectuales, muchos de ellos maoístas furiosos en el 68, que ahora son en gran medida reaccionarios o, cuando menos, intelectuales-espectáculo. Me refiero a los casos, más que conocidos de Bernard Henri-Levy o André Glucksmann, entre tantos.
  Aquí, entre nosotros, un caso notable es el de Fernando Savater. En cada columna, cada sábado en El País, por ejemplo, se trata de fustigar a Sánchez, a Podemos, a los nacionalistas catalanes y vascos. Todo lo que hacen o deciden es un error, cuando no una traición al constitucionalismo o, como mínimo, condescendientemente, una ingenuidad. Y si hablamos de Savater, aún relativamente contenido, qué decir de un Félix de Azúa y cuantos se envuelven en un esteticismo olímpico y empiezan a disparar contra  quienes vulgar y plebeyamente se baten en la arena de la política. De los pocos que se mantienen en el análisis ecuánime, aunque para nada condescendiente ni con la izquierda ni la derecha, y a quien respeto por su trayectoria independiente es Antonio Muñoz Molina. De otros antiguos enfants terribles de la izquierda mejor no hablar, ya los hemos visto gozar entre las gentes de Vox.
  ¿Por qué sucede todo esto? No lo sé, pero, en cualquier caso, es un síntoma general de nuestra época –como analiza Enzo Traverso en Qué fue de los intelectuales- la muerte del intelectual clásico, azote moral y crítico de cualquier poder, en la línea Sartre o Camus, Marcuse o Adorno; raza hoy apenas representada por algunos intelectuales mayores como Noam Chomsky o Alain Touraine. El intelectual en sentido clásico, ha sido sustituido –siguiendo la interpretación de Traverso- por el “experto”, el tertuliano “mediático” o el politólogo que analiza gráficos y tendencias, pero jamás cuestiona legitimidades ni decisiones del poder.
   Si miramos la historia de España nada de infrecuentes han sido los cambios de tercio radicales de escritores e intelectuales. ¿Recuerdan a Baroja, a Ortega, a Unamuno?.. ¿Y los jóvenes falangistas que, afortunadamente, se volvieron demócratas y aún socialdemócratas como Dioniso Ridruejo?

 Tal vez, simplemente, como decía algún personaje de Bertolucci en El último emperador, es que no hay nada nuevo bajo el cielo.

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