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miércoles, 22 de enero de 2020

DE LA CONVENIENCIA DE LECTURAS REACCIONARIAS



Resultado de imagen de DE MAISTRE BONALD

Tendemos a leer solo a los «nuestros», a ver cine de los nuestros, las televisiones, los periódicos que se acomodan a nuestra ideología. Es una tendencia natural, pero es una limitación clara. Es conveniente acercarse al pensamiento que solemos rechazar con todas nuestras fuerzas, al pensamiento conservador y aún reaccionario. Ved que no digo a los políticos, los economistas o los periodistas reaccionarios, porque aquí –también puede suceder en la izquierda- hay una impostura estructural, constitutiva. Por la simple razón de que no se puede expresar genuinamente el pensamiento sin buscar una utilidad o una ventaja. Esto no tiene por qué suceder en el caso de escritores o literatos que muestran en puridad su pensamiento, sin cálculo, porque les sale sinceramente. Y es en este sentido en el que una tradición de pensamiento que puede incluir a grandes «enemigos de la sociedad abierta» es profundamente formativa. Creo que no será necesario exponer las razones de todo esto: una cosmovisión sinceramente conservadora contiene una parte del pensamiento y del saber del mundo, aunque esté escrito en una coyuntura especial, o bajo un disgusto importante, o un cabreo, forma parte del pensamiento que enriquece el mundo. Los grandes reaccionarios son «perdedores» de algo y contra algo. Platón perdía contra la polis o el avance del demos; De Maistre, o Bonald, veían perderse un mundo y abrirse otro para ellos incomprensible. El Carlismo pudo pensar en el eclipse de un orden «natural» que tejía redes de seguridad entre los seres y que el liberalismo urbano habría de destruir; Marx reconocía grandes méritos al mundo burgués que quería destruir; Nietzsche al orden católico medieval; los frankfurtianos eran «conservadores» de un respeto a lo natural que el capitalismo había cosificado.

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 Existiría entonces una línea difícil de establecer entre el pensamiento que “mira hacia atrás” y aquel que pone sus ojos en lo porvenir. Esto lo vio bien Walter Benjamin cuando hablaba de la revolución como «freno» al descarrilamiento del mundo. Y es que no hay nada más «progresista» que el capitalismo abandonado a sí mismo.
   Algo de esto advirtieron los conservadores, algo que se podía “perder” para siempre con el “avance” de los tiempos. Mas, ellos se fijaron en lo que sucedía súbita y espectacularmente: las revoluciones «políticas», y no pudieron advertir la gravedad transformadora de lo que sucedía mucho más despacio y silenciosamente, la revolución económica; independientemente que aquel pensamiento se formulara bajo el inmenso peso de la religión sobre las conciencias o del poder de una concepción «aristocrática» del mundo.
   Incluso deberíamos atrevernos a repensar qué sentimientos de pérdida o qué miedos padecieron aquellos pensadores «fascistas» de los años 20 o 30.


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