10 Dos
hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El
fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni
aun como este publicano; 12 ayuno
dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas
el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que
se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os
digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Lucas 18:10-14 Reina-Valera 1960
"A vosotros que escucháis os digo: Amad a
vuestros enemigos, tratad bien a los que os odian; bendecid a los que os
maldicen, rezad por los que os injurian. Al que te golpee en una mejilla,
ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica…
Lucas 6:27-38
23 Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y
anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu
ofrenda.
Mateo 5:23-24
…se
construye un sistema ético completo. Pero este último texto de Mateo es
especialmente interesante porque da prioridad al gesto ético sobre el
sacrificial. Primero “soluciona” el comportamiento entre humanos y luego hacia
Dios. Se puede decir –con razón- que este dilema no existe en el
interior mismo del credo de Jesús, puesto que al ser el prójimo “imagen” de
dios mismo, la reconciliación con el hermano es inmediatamente obediencia a
Dios.
Sin embargo, sí puede ser un dilema de elección para el individuo corriente que
se quiere mover en el ámbito del cristianismo. En principio, lo que pudo
empujar a cierta teología del pasado y a cierta práctica eclesial a poner el
énfasis en la dimensión ética del cristianismo fue, por resumir, la conciencia
de la <<muerte de Dios>>, es decir, como afirmaban aquellos
teólogos (Hamilton, Altizer, etc.), la imposibilidad de dirigirse al hombre de
la “era atómica” hablándole de milagros, resurrección, parusía, etc.
En ese contexto es perfectamente comprensible el “idilio” entre cierto marxismo
y cierto cristianismo; es comprensible el movimiento todo de la Teología de la
Liberación y los cambios de sensibilidad y actitud del sacerdotado occidental.
Pero queda la dimensión del misterio, que deja muchos interrogantes: ¿el
cristianismo como ética es capaz de llenar completamente el ser, de evitarle
toda forma de “vacío existencial”? (B. Welte)? Es decir, ¿hay algo en el ser humano que
ni siquiera queda satisfecho con un comportamiento ejemplar, evangélico,
hacia los demás? ¿Hay una dimensión trascendente, grabada
a fuego en el alma de los hombres tras siglos de “práctica” religiosa, a la que
hay que responder de algún modo?
Mas, toda dimensión de realidad “suprahumana” plantea o ha planteado
históricamente un problema de “dominación” (A. Aranda)]. Los mensajes de salvación tradicional (no solo en el cristianismo, pero
también en él), ¿no han conllevado necesariamente el
correlato de la opresión normativa, de la imposición forzosa de
la verdad, de la violencia?
¿Será posible, entonces, una forma de valores asociada a una práctica
trascendente que no suponga forma de opresión alguna? Es decir, ¿hay alguna
forma de religión que pueda ser única y exclusivamente liberadora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario