MARZO.
2020. Gianni Vattimo está próximo a publicar en castellano Alrededor del ser. Un extracto del mismo nos lleva a una de sus
tesis más atrevidas, la cual, reducida a una fórmula, dice: si elijo a
Jesucristo debo dejar perderse la verdad. Pero –se dirá- ¿no fue el propio
Cristo “el camino, la verdad y la vida”?
Quien conozca un poco la trayectoria de este filósofo (Turín, 1937) sabe qué <<verdad>>
es esa que viene a destruir Jesucristo: “aquella
tradición metafísica, el poder creer que haya alguna cosa como la verdad en el
sentido que la metafísica ha querido conferirle”. Precisamente –dice
Vattimo- “es la encarnación, es decir, el
hacerse historia del Hijo de Dios, lo que nos libera de la verdad”.
Vattimo vuelve a remachar, aún más, el mismo
clavo que ya golpeara Nietzsche con su inmisericorde martillo, cuando afirmaba
en uno de sus Fragmentos Póstumos (no
es literal) que se habían apoderado del cristianismo todas las extrañas
conceptualizaciones soteriológicas judías y helenísticas, despojándolo de su
esencia original, la del Maestro, que solo consistía en una praxis dirigida a
eliminar la distancia entre el corazón de un hombre y el de otro.
Naturalmente, de una tesis como esta, que ya
explicitaba en libros anteriores como Creer
que se cree[1],
por su radicalidad no se puede esperar que conmueva los cimientos y las formas de la institución católica que
sin duda no está preparada para abandonarse a las consecuencias prácticas de
una revelación como esta.
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