
Nietzsche
no fue, efectivamente, un demócrata, signifique lo que signifique esta palabra
en la segunda mitad del siglo XIX. Es verdad que casi nadie lo era en aquellos
tiempos. No lo era el liberalismo, conservador o progresista, que abalanzaba a
sus naciones a la conquista del mundo
sin preguntar democráticamente a asiáticos y africanos si votaban
afirmativamente ser colonizados. No eran demócratas los marxistas. No creo que
se necesario insistir mucho en ello. La redención del proletariado, su
liberación pasaba por una revolución o toma del poder, en ningún caso por una
actuación democrática. Entonces, ¿cargar las tintas contra el antidemocratismo
de Nietzsche no resulta, al menos estéril?
El libro de Nicolás González Varela, que solo
conozco fragmentariamente aporta seguramente muy buenas razones para no
considerar a Nietzsche un demócrata. Yo entiendo que sería mucho más productivo
considerar en muchos aspectos a Nietzsche un <<burgués>> con alma
aristocrática. Su aristocratismo parece fácil de ver por todos los que lo han
leído un poco, aunque, de nuevo, el término puede llamar a confusión. Dada su
plurisignificación. Dejémoslo para más adelante. Volvamos al Nietzsche
<<burgués>>. ¿A qué me refiero si el fustigó con furia un mundo de
tenderos y mercaderes, un mundo de los que tienen “su pequeño placer para el día y su pequeño placer para lo noche”?
Me refiero a que su condición vital, su extracción sociológica y su carrera
académica lo alejaban por completo de empatizar con aquello que llamamos la
clase trabajadora de su época. Su vida, su modo de vida lo aleja por completo
de entender y vivir el ambiente y las necesidades del mundo proletario. ¿Qué
podía haber roto el ‘mundo’ que lo separaba de las clases sufrientes, como Marx
se preocupó por ellas? Seguramente, pero nada en la dirección de su pensamiento
lo llevó en esa dirección. En sus mejores momentos sobre la cuestión, contempla
la <cuestión social> con aire de humanismo hasta cierto punto compasivo e
invita a los obreros a salir de sus infernales cadenas de hierro (él sí es
consciente de la durísima condición de vida de la nueva clase: “Los obreros
modernos viven peor que los antiguos esclavos”) y los invita a marchar a
América a fundar su existencia sobre otros modos de vida.
Pero la humanidad mostrada hacia su
situación se torna odio abismal hacia todo tipo de doctrinas socialistas. Son
demasiado conocidos los textos de ataque a los anarquistas y los socialistas de
su época, a los que enreda en un extraño maremágnum con la <democracia>
para extendernos aquí. Al identificarlos con la moral del resentemiento
(cristiana), al no-comprender en absoluto la noble aspiración de muchos
anarquistas, por ejemplo, a un tipo de individualidad nueva (¡que en el fondo
él también reclamaba); al reunir , repito, los conceptos de <socialismo>
y <resentimiento> su comprensión del fenómeno quedaba limitada. Sólo veía
individuos que ponen bombas y clases que aspiran a la igualdad política y
social, cuando él consideraba la desigualdad don natural y caprichoso de la
naturaleza.
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