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martes, 5 de noviembre de 2019

Pensar de modo no marxista




Por enésima vez –esta vez a propósito de las reflexiones de Arnold Hauser sobre el mundo del Románico- nos preguntamos si es posible escapar del método del materialismo histórico para acercarnos a una realidad social y cultural cualquiera. La aplastante lógica del historiador del arte le hace concluir que los valores ‘espirituales’ de la sociedad del siglo XI, por ejemplo, como la de siglos anteriores, y quizá aún por otro centenar de años, los valores expresados en el rutilante arte del románico son esencialmente estáticos, completos, antiindividualistas, cerrados y fuera de cualquier discusión o posibilidad de evolución. Y ello se ajusta a las características de una sociedad económicamente estancada, antiindividualista, sin voluntad ni expectativa de <progreso> y en esencia a una sociedad prácticamente sin comercio, sin estímulo para una mayor producción de excedente, volcada al autoconsumo o al derroche (en la nobleza) y sin horizonte de, digamos, ganancia. En sus propias palabras:

Al estático espíritu económico y a la petrificada estructura social corresponde también en la ciencia, el arte y la literatura de la época el dominio de un espíritu conservador, estrecho, inmóvil y apegado a los valores reconocidos (Hauser: 1974, 238-239)

A la economía precapitalista y prerracionalista le corresponde una concepción espiritual preindividualista, que es tanto más fácil de explicar porque el individualismo lleva consigo el principio de la competencia (ídem, 239)

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Se puede intentar negar la prelación o determinación de los valores socioeconómicos sobre los espirituales, en una época de especial intensidad ‘espiritual’, pero, por más que se intente es imposible explicarlo al revés; empezar por que la determinación de los valores ‘cristianos’ y sus expresiones bíblicas y teológicas determinan las condiciones en que se a de organizar la sociedad feudal y las formas económicas. Muchas de las características que determinan la época del nacimiento del mundo feudal o pre-feudal (que Hauser ve ya dibujarse en el mundo antiguo final y en los reinos de la alta Edad Media: la disolución de las estructuras estatales, el colonato, la falta de monetario, los intercambios en especie, etc.) presentes, como decimos en el mundo tardorromano empujaban ya allí hacia una forma de expresión espiritual cada vez más antinaturalista, des-naturalizada y espiritualizada hacia lo eterno e inmutable, como demuestran las propias esculturas de los emperadores postreros o los sarcófagos tardíos. En ese caso, el cristianismo no habría con sus nuevos valores modificado una tendencia que se exigía desde la ruina del aparato estatal y fiscal romano, el fin de la mano de obra esclava y la ruralización galopante de aquel mundo.
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Emperador Flavio Honorio (393-423)


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