PÁGINAS

domingo, 17 de noviembre de 2019

ELLACURÍA, UN ESTÍMULO PARA FRANCISCO



Para “Pilar” Castro Compañet, in Memóriam

Este 2019 está siendo pródigo en  aniversarios: 200 años de nuestro magnífico Museo del Prado, 30 de la caída del Muro de Berlín que certificó el derrumbe de aquello que entonces se llamó “socialismo de estado”. Y también, el pasado día 16 de noviembre, se cumplían 30 años del asesinato de Ignacio Ellacuría y sus compañeros de UCA (Universidad Centroamericana). Ignora si cuando salgan estas líneas alguien habrá publicado aquí, en La Rioja, alguna carta o testimonio recordando aquellos sucesos y a aquel vasco ejemplar. Hace diez años, también en La Rioja, el periodista Pablo G. Mancha recordaba los pormenores de la masacre y reflexionaba –en una línea que comparto plenamente- sobre los avatares de la Teología de la Liberación y la irritación que provocaba en el Vaticano, además del odio criminal de los sectores más reaccionarios del continente americano.
    Han pasado diez años más, y seguramente se habla mucho menos de aquella teología; algunos de sus más insignes representantes, como Leonardo Boff, han enriquecido su discurso con mensajes en defensa de la madre Tierra, cada día más amenazada.  Por América latina han pasado regímenes de izquierda que despertaron muchas ilusiones, porque por primera vez las voces de los pueblos oprimidos y de los indígenas marginados parecían ser escuchadas y atendidas. Al margen de sus balances, complejos para ser analizados aquí, lo cierto es que por unas razones u otras, el continente se halla en gran medida en manos otra vez de políticos ultraliberales o simplemente protofascistas. Chile se encuentra incendiado, Argentina se refugia en el peronismo, Bolivia sufre una crisis profundísima tras años de estabilidad y avances, Venezuela parece condenada a perpetuar la dictadura represiva de Maduro, o dejar paso a una voraz derecha neoliberal, ….  ¿Qué diría el vasco Ellacuría ante esta Latinoamérica una vez más incandescente? No lo sabemos, pero podemos pensar que, en lo sustancial, nada  le llevaría a otra postura que no fuera la de defender a los pobres y desheredados de aquel continente contra los estragos del capitalismo voraz y depredador y contra la injusticias terribles que deberían soliviantar a cualquier cristiano auténtico.
   Ellacuría se tomó en serio y al pie de la letra la radicalidad de la cruz. Quien hubiera podido llevar una cómoda vida docente (facultades no faltaban a quien se educó a la vera de Xavier Zubiri, Karl Rahner o Pedro Arrupe), prefirió comprometerse en cuerpo y alma con la causa de los pobres y desheredados del mundo centroamericano. Medió en los brutales conflictos salvadoreños, tratando de alcanzar una paz con justicia en aquel desheredado pueblo de Dios. Y acabó, como es sabido, asesinado, junto a Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López (todos jesuitas) y, con ellos, Elba Ramos, la cocinera y su hija Celina.
   Los teólogos de la liberación hablaban de «estructuras de pecado» para definir situaciones históricas concretas que conllevan y arrastran a los hombres a creer con buena conciencia, y a ejecutar sin culpa, lo que son gravísimos pecados contra la dignidad humana. En tales términos hablaba Ellacuría: “Una situación que no permite a la mayoría ser persona y vivir como persona por estar sojuzgada y aplastada por necesidades vitales fundamentales; una situación de injusticia institucionalizada que impide positivamente la fraternidad entre los hombres; una situación configurada por modelos de la sociedad capitalista y de la sociedad de consumo, que impiden la solidaridad y la trascendencia cristianas […] una situación de tales características, desde el punto de vista cristiano, no tiene más que un nombre: pecado” («Liberación: misión y carisma de la iglesia latinoamericana» , ECA. Estudios centroamericanos 268 [1971], pág.73).

 También el Vaticano ha cambiado en estos diez años. La llegada de Francisco ha supuesto primero una profunda esperanza de renovación, de que acabara de una vez el famoso invierno eclesial. Pese a la lentitud y a veces la tibieza de la renovación desde dentro de las estructuras de la iglesia, muchos cristianos progresistas confían en la sinceridad reformista y humanizadora de este Pontífice,  siendo conscientes de las dificultades terribles que estructuras internas de la Iglesia –desde parte de la Curia hasta el enorme peso que tienen instituciones y jerarquías reaccionarias y conservadoras- ponen a los pasos en la buena dirección de Bergoglio. Hay un nacionalcatolicismo irredimible, montaraz y antievangélico que, en la España de hoy, es capaz de dedicar a Monseñor Osoro las mismas palabras de odio que dedicó a Tarancón en la Transición. Pero el ejemplo de Ellacuría debe servir de estímulo a los sectores más renovadores en Roma, y en España, para perseverar  y re-impulsar la necesaria y completa limpieza de los Establos de Augías en que muchos habían convertido la sede romana. Ellacuría, Rutilio Grande, Romero.., deben actuar como lo hacían primitivamente aquellos mártires inspiradores, a quienes en el presente y en el futuro deben hacer de la Iglesia de Cristo el hogar y el alma de quienes sí tienen necesidad de médico… porque nunca hubo un médico para ellos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

MERCANCÍAS FICTICIAS. RECUPERANDO A POLANYI

El cuaderno 216 de CJ (Cristianisme i Justicia) dedica su análisis que llama "Mercancías Ficticias" a recuperar la figura...