Espectros de Marx (I)
24/11/19
Sin ser, ni mucho menos, buen lector de Marx, un
texto no nos ha abandonado jamás. Se trata del famoso Prólogo del 59, aquel que resume, con mano maestra, el materialismo
histórico. Más que una reflexión, la cadencia de aquellas frases sonaba como un
mantra inexorable, como un rosario materialista: <<En la producción social de su vida, los hombres…>>. Una
especie de inexorable condena a no-poder-pensar sin tales apriorismos
intelectuales, como si fueran tan inherentes a nosotros como el espacio y el tiempo kantianos. Teníamos entonces 20 años, cuando el Prólogo
salía, como una suerte de sermón de la montaña, de los labios de Juan José
Carreras: <<…contraen determinadas
relaciones, independientes de su voluntad…>>.
Nunca
sabremos si tan fecunda sospecha de
cómo se desenvuelven de verdad las
sociedades humanas es para nosotros, en efecto, camino de sabiduría o una fórmula
<<hermética>> que nos impide pensar con más amplitud. En este caso
se podría decir que no son solo
<convicciones> (“Las convicciones
son prisiones”, aseguraba Nietzsche); si lo fueran podrían modificarse,
reajustarse. Pero se imponen a la conciencia con la fuerza de una epistème, de un <suelo>, y ya no
son solo pensamientos, ni <método>,
sino directamente la forma –y no hay otra- con la que los propios sentidos
detectan la realidad.
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