Concluyo
“Serotonina”, un poco sorprendido por esa referencia final a Cristo, pero por
lo demás todo es coherente con el devenir de la novela; tal vez el episodio de
juguetear con el asesinato del hijo de su ex amada Camille sea un tanto
exagerado, pues la desesperación nihilista, en este personaje concreto, no casa
con la posibilidad de asesinar a sangre fría. Es un hombre de lenta
desesperación, de desesperación burguesa (pues,
como buen burgués se ocupa hasta el final de administrar el tiempo y el
dinero), no un criminal, ni siquiera aunque (no es el caso) hubiera
desaparecido toda escala de valores. Estamos ante un hombre egoísta, no malo. El problema es que la condición del <<egoísmo>>
ya no es un asunto de temperamento particular de ciertos individuos, sino una
exigencia de los tiempos. No viene mal recordar aquella sentencia de Nietzsche:
“nos lanzaremos a las apreciaciones
opuestas con la misma energía con la que hemos sido cristianos durante siglos”.
¿Novela antifeminista? Tal vez en el lenguaje,
pues la mujer emerge como un ser más logrado que el hombre. ¿Novela
antieuropea, antisocialdemócrata? Esto es incidental, no es una novela que
insinúe la posibilidad de ninguna formación social alternativa, fuera de mirar
nostálgicamente, como héroes, a los agricultores y ganaderos normandos. No
tiene nada de novela <<política>>, aunque sí de queja del rumbo
tomado por este viejo continente. ¿Novela esperanzada en el sentido de que
parece que el amor o los amores, pasados y perdidos, son lo único que justifica
la existencia? Es muy posible.
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