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lunes, 19 de agosto de 2019

IGNORANCIA CULPABLE II. ROBERTO


ROBERTO
Bueno, el asunto que has introducido es bastante complejo. En primer lugar, no creo que sea únicamente un problema de la democracia española sino de los sistemas políticos asentados durante décadas en los países occidentales. ¿Hasta qué punto la ignorancia es real? Hay asuntos que han despertado la conciencia política de muchos como el Brexit o Trump (a favor o en contra). Sigue habiendo pasión política y asuntos muy divisivos. Tus preguntas parecen orientadas más al día día y sus problemas estructurales. Bueno, la política, como el estudio del latín es un asunto de minorías. Lo ha sido siempre. Sólo en períodos muy de extremos, como el período entreguerras, la política parecía ser un asunto central en la vida de las personas. ¿Queremos volver ahí? La política y su interpelación por la mayoría sólo cobran protagonismo en momentos excepcionales. La gente tiene una vida.

Por otro lado, sí que hay ciertas cosas que no pintan bien. Por ejemplo, hay una total indiferencia por los asuntos internacionales. La política es vista como una cosa de élites y no como una práctica social de lo común. No hay cultura de lo público. ¿A quién podemos exigir culpas? En el fondo son dinámicas muy difíciles de controlar. Cosas como una asignatura de Educación para la Ciudadanía eran un buen punto de partida. Existe una evidente falta de cultura política. Los profesores de Ciencias Sociales no pueden cubrir satisfactoriamente ese nicho. Los de filosofía creo que tienen temarios demasiado abstractos como para poder hacer algo.

Por último, la cultura popular no favorece en nada una querencia por lo político. Pensemos, por ejemplo, en las series que de alguna manera lidian con el tema. Desde House of Cards a Juego de Tronos, la política es vista como algo negativo y basado en conspiraciones, juegos personales y protagonistas viciosos. La última serie optimista sobre el tema fue El Ala Oeste de la Casa Blanca. Lo interesante aquí es que la cultura popular identifica la política con los otros, con gente que no es del mundo del ciudadano de a pie. Hay, por así decirlo, una diferencia cada vez mayor entre el "país oficial" y el "país real". Nuestras democracias cada día se parecen más a la Monarquía orleanista y a sus ministros liberales doctrinarios.



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