“EL PÓRTICO DE LA GLORIA”
Las verdades del hombre son sus errores
irrefutables. Basta
ver cuánto y qué bueno a menudo se ha construido a partir de un error, de una
noticia falsa, o interesada. Quizá el ejemplo supremo sea Santiago de
Compostela. Sobre la práctica seguridad de que el apóstol jamás pudo haber estado
en España, como saben todos los historiadores fidedignos, se alzó con los
siglos un itinerario de importancia universal; y este culminó en una de las
obras más excelsas del arte humano, el Pórtico
de la Gloria del maestro Mateo. Ante su visión el alma se encoge, e incluso
cree. Produce una sensación similar en
el espíritu a la de Lascaux o las Pirámides de Gizeh, o la Capilla Sixtina o
las Estancias Vaticanas, o las
Pinturas Negras, …no muchas más. Cuando una obra excelsa aparece en el mundo
este se justifica y se redime; cuando se difuminan las líneas entre dos estilos
tan aparentemente nítidos los conocimientos y las clasificaciones se resienten.
Pero, al margen de la historia del arte, la pregunta sigue en pie: ¿cómo es
posible que manos humanas forjaran tanta belleza? Hauser decía que los temas y
motivos de un artista eran predecibles, su calidad no. Y aquí, a pesar de la
predecibilidad de un tema repetido mil veces en Europa, aparece ahora con una
frescura y un poder estético nunca igualado. Sencillamente los veinticuatro ancianos en su naturalidad,
en sus conversaciones, miradas e instrumentos, componen una secuencia nunca
vista, nunca reptida. Y lo mismo ocurre con la fuerza y excepcionalidad del
resto, hasta formar un conjunto delirante de belleza, pero también de
serenidad. Tengo para mí que aquí empezó a romperse el inveterado temor al Juicio y al castigo que prometía toda la
iconografía del Románico. Como si el Pórtico
entero dijera: vete, hombre, tu capacidad
para crear belleza te ha salvado.
Grandes reflexiones. Eres el que mejor a explicado por que a la gente les gustan y han convertido ciertas obras de arte en universales: simplemente porque son bellas.
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