Ojos
cerrados que no ven la tierra
de
España, ni sus hombres, ni sus ríos,
ojos
que lucidez dan a los míos
y
a la cansada patria o lo que fuera.
Hace
ya ochenta años que descansas
en
tierra noble, sí, aunque extranjera.
Te
llevó allí la furia de la fiera
tu
compromiso con la España mansa.
Descansa
noble Antonio, siguen vivos
en
ti el olmo, la luz, el de Mairena,
y
aun los días azules, los olivos,
el
patio de Sevilla, la saeta
y
aquella manera de ser español,
“de
espíritu burlón y de alma quieta”.
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