La
controversia de Valladolid
a Pilar Criado
En el año 1550
tuvo lugar en la ciudad castellana de Valladolid la famosa controversia,
consecuencia del descubrimiento y colonización de América por los españoles.
Allí se enfrentaron dos visiones antagónicas de la evangelización y de lo que
hoy –mutatis mutandis- llamaríamos interculturalidad. Hoy aquel debate
vuelve a estar de actualidad por la obra teatral que con el mismo título ha
escrito Jean Claude Carrière, célebre guionista de Buñuel, y que ahora se
representa en los escenarios madrileños.
Por un lado Ginés de Sepúlveda, por
otro el dominico Fray Bartolomé de Las Casas, el famoso autor de la
Breve Relación de la Destrucción de Indias,
escrito que algunos situaron como origen de la Leyenda
Negra. Ambos tenían que dilucidar ante el enviado papal
si los indios tenían alma, eran o no criaturas inferiores, descendían de Adán o
del Diablo. En el fondo, sin embargo, toda una reflexión jurídico-teológica
sobre el derecho de conquista y la colonización del Nuevo Mundo.
El
impacto producido en los europeos por el descubrimiento de culturas
desarrolladas, con organizaciones rituales y credos tan ricos como los que los
españoles se encontraron en el Nuevo Mundo tuvo que ser tremendo. ¿Cómo actuar?
¿Conquista militar y evangelización forzosas (Sepúlveda)? ¿Negación de la
reducción del indio a la esclavitud, evangelización amistosa y respeto (Las
Casas)? Con el primero comulgaban desde luego conquistadores y hacendados; la Corona española estuvo cerca de las posiciones de De las
Casas, aunque es verdad que con escaso eco en la realidad cotidiana de un
continente que veía perder a sus hijos originarios, diezmados por las
epidemias, la brutalidad y unas formas de trabajo que desconocían.
Pero aquí no queremos repasar la
historia de aquellos días sino traer este ejemplo a nuestro presente en el que, de una u otra forma,
siguen los ‘sepúlvedas’, los ‘De las Casas’, y otros, posicionándose ante los
fenómenos que la mundialización está provocando: inmigración, coexistencia de
religiones y de razas.
Abundan desgraciadamente los sepúlvedas, los que desde el cálculo
político denuncian la inmigración, excitan con sus palabras mal disimuladas a
los naturales de España a ver en el inmigrante el origen de los defectos en los
servicios sociales y educativos, los que se quedan las plazas en las guarderías, los que
–dicen- quitan el trabajo. Políticamente
saben lo que quieren: crear ese clima hostil a
los inmigrantes, presentarse como fuerzas políticas que priman a los de aquí y buscar el voto egoísta,
aunque mal informado, en las contiendas electorales. De nada sirve que los
datos reales demuestren lo contrario; de nada sirve argumentar que los
inmigrantes, en una importante medida, estén sosteniendo sectores económicos
que, sin ellos, se desplomarían, sea la construcción, la hostelería, los
invernaderos o ciertos servicios sociales; de nada sirve decir que contribuyen
a la riqueza nacional, a la
Seguridad Social , a invertir el sesgo de la demografía, a llenar
las escuelas… Y sobre todo de nada sirve decir que son mujeres y hombres
iguales en derechos y dignidad a nosotros; hijos de Dios, si se quiere decir en
otros términos.
Pero la esperanza nos la devuelven
los ‘De las casas’, que no dicen pero actúan. ¿Quiénes son? Hombres y mujeres
que, desde organizaciones no gubernamentales, religiosas y laicas, les ayudan
y sostienen sin registrarles los
bolsillos en busca de papeles; hombres y mujeres individuales, de todas las
ideologías, de toda condición social.
El Gobierno de Zapatero hizo lo que
tenía que hacer en el proceso de regularización que en el 2005 hizo emerger de
la clandestinidad a la normalidad laboral a centenares de miles de personas; lo
hizo porque era su deber y su vocación como gobierno de izquierdas, y las
consecuencias han sido beneficiosas. No hay más que oír a los sepúlvedas de turno clamar desde el
absurdo para no aceptar un proceso modélico que todos pueden ver y que el
Consejo de Europa acaba de reconocer.
Los pueblos pobres de la tierra no
han llegado ayer a la existencia: en su seno se acumulan en muchos casos
milenios de civilización, tan antigua
como la nuestra. Salimos de nuestro viejo continente; descubrimos América,
colonizamos y descolonizamos África… ¿Vamos a negar el daño que Europa ha
infligido a todos estos pueblos?, ¿que lo principal en el ánimo conquistador
fue la codicia? España fue el único pueblo que al menos se planteó los límites
de la colonización o los derechos y la dignidad de los colonizados, como en la Controversia de
Valladolid (1550), entre posturas que defendían o denunciaban la conquista.
[Publicado
en La Rioja , el 5 de marzo de 2006]
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