Un mayordomo que en otro tiempo
fue un gran director de cine
(Erich Von Stroheim) dirige en esta ocasión las honras fúnebres de un
chimpancé, muerto en la decrépita mansión de una estrella olvidada del cine
mudo. La metáfora de Wilder funciona a la perfección: el simio es una especie
de hombre, pero carece del don de la palabra; sucumbe en consecuencia a las
novedades imparables de la tecnología: el sonoro.
Hay obras cuya atmósfera de decrepitud, de
decadencia, de putrefacción casi, señalan con perfección maestra el fin de
algo. Sunset Boulevard es una de las
mayores.
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