EL Viejo topo I
I
La crítica de nuestro modo de existencia
puede ser parcial o global. La ‘parcialidad’ más recurrente es la crítica a las
desigualdades que produce nuestro sistema de vida o nuestra economía. El
problema parecería solucionarse si las diferencias socioeconómicas se
estrecharan, nadie careciera de lo suficiente y un poco más, hubiera ‘justicia’
económica, etc. Vamos a suponer que esto fue lo que estuvo a punto de conseguirse
en la Europa posterior a la II guerra, en los países más avanzados. Una
sociedad que empleara a todos, les pagara lo suficiente para acceder
razonablemente a los bienes del mundo y despejara el horizonte para sus hijos;
una sociedad que comprometiera cierta responsabilidad social al capitalismo… Todo
ello convertiría la sociedad en aceptable y buena. Este consenso casi alcanzado
por socialdemócratas y democristianos en ciertos países aún nos parece un
paradigma mucho más aceptable que el presente.
Las críticas al sistema actual, al que se
le llama del triunfo del neoliberalismo pueden quedarse en este nivel de
análisis. ¿Qué llamamos entonces una crítica global de la economía de la vida?
¿Tratar
de desentrañar la alienación consistente en aceptar esta sociedad (corregida)
como «racional»? ¿Aceptar que la vida tiene, de producirse esa situación óptima
amplias posibilidades de ser considerada una vida “buena”?
¿Se puede hacer una enmienda a la
totalidad de la vida mirando solo a la forma de producir sus bienes o es
necesario acercarse a todas las demás estructuras y referencias que conforman
la realidad?
¿Es cambiable el mundo, mientras que las
estructuras esenciales de la vida no lo son?
Todas las tentativas de cambiar la vida
han hecho del problema del «valor» el eje esencial.
Veamos
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