II
El resumen en un axioma, tal como nos
proponía el mayo del 68, recordado abundantemente estos días era el siguiente:
¿”Cambiar la vida”, al modo de Rimbaud o “Transformar el mundo” según la frase
de Marx?
Allí concurrían sin duda muchas
ideologías que se han preocupado hondamente por esta cuestión. Joaquín Estefanía
(Revoluciones, 2018) repasa los muchos “marxismos” presentes en el 68:
leninistas (aún!), maoístas, troskistas, luxemburguistas y, ya sin partidarios,
los que aún defendían el sistema soviético. Pero, ¿y el peso del anarquismo en
aquellas manifestaciones y lemas? También parece muy presente allí; supongo que
es una cuestión que se habrá analizado a fondo en estudios y tesis académicas.
Siempre se citan los mismos nombres: Marx, Mao, Marcuse. ¿Cuál es la presencia
real de Bakunin o Nietzsche allí? Muchas ideas antiautoritarias parecen venir
directamente inspiradas por estos autores. Para empezar, es muy posible que no
hayamos profundizado en que el anarquismo histórico, académico, ortodoxo (Bakunin,
Kropotkin,…) ha tenido una intuición más profunda de la necesidad de cambiar el
sentido de la existencia, bajo la clave de acabar con toda autoridad, que la
lectura corriente del marxismo, tal vez no del propio Marx, de insistir en la
transformación de las relaciones de poder, un cambio de ‘propietario’ del poder
hasta estar en condiciones de hacerlo desaparecer.
Y
que Nietzsche mantiene un arsenal para proporcionar munición a los rebeldes
contra la vida acomodada es algo que parece poco discutible, al margen de sus
críticas feroces al anarquismo de su época. La destrucción del “Estado”, de la
religión y de los dioses dominantes, el desprecio por la cultura material
burguesa, son esenciales en el pensador alemán. ¿Cuánto y cómo lo habían leído
los manifestantes de medio mundo?
Antes
habíamos situado el problema de la transformación de la vida en la cuestión del
“valor”. Muchos de los filósofos y hombres espirituales de la historia proponen
una radical transformación de la escala de valores; por supuesto no siempre en
un plano ‘progresista’. ¿No sitúa Platón la cuestión de los valores, “mundo
real”/ mundo aparente” en el centro de su construcción política? ¿No es el
esfuerzo histórico de Marx y de Nietzsche –según Hannah Arendt- conseguir ‘dar
la vuelta’ a la escala valorativa de Platón que había trascendido y dirigido
toda la occidentalidad cristiana posterior?
¿Al
mismo tiempo no es la predicación del judío Jesús una radical transformación de
la realidad de manera súbita hacia otro tipo de valores radicalmente inversos a
los dominantes en el judaísmo o en el mundo romano, fuera cual fuera la ‘urgencia’
que le llamaba a proclamar el Reino? Todas las metáforas y narraciones
evangélicas son una continua contraposición de valores y formas de obrar,
llamadas a transformar individualmente la existencia, no las relaciones de
poder.