¿CÓMO
INTERPRETAR LA NUEVA EXTREMA DERECHA ESPAÑOLA?
La supuesta «anormalidad»
española, esto es, que entre nosotros no existiera una fuerza de extrema
derecha con representación institucional ha dejado de serlo. ¿Ya tenemos
nuestro FN, AfD, Amanecer Dorado o Salvini de turno y, por tanto,somos
homologables con el resto de Europa en este desgraciado asunto? La respuesta no
es un sí completamente rotundo y sin matices. Como toda lógica indica que
de la nada nada puede nacer, hay que pensar que «algo» parecido a la extrema
derecha ya estaba aquí, en potencia,
si seguimos la expresión aristotélica; y solo en los últimos dos o tres
años se ha convertido en acto, es
decir, ya ha ocupado su espacio, nada desdeñable, en el entramado local,
autonómico y estatal en España. ¿Dónde y por qué estaba en potencia, es
decir, por qué no se manifestaba con plena expresión de sus contenidos? La
explicación más plausible es que hasta cierto momento se encontró «cómoda»
dentro del Partido Popular.
Si atendemos las explicaciones dadas por los mismos portavoces de Vox,
las razones de su «salida» o disidencia del PP se derivaría de factores
como los siguientes: primero, no defender con suficiente firmeza la unidad
integral e indivisible de la nación española, como demuestra
la, según ellos, «tibieza» de Rajoy ante el Procés; segundo, las políticas
permisivas ante la inmigración ilegal, es decir, el mal control (no
suficientemente represivo) de las fronteras meridionales de España, lo que
habría permitido la «invasión», no tanto de la multiculturalidad cuánto
de la uniculturalidad islámica, que es la que ellos
odian por encima de todo. Tercer asunto: demasiados poderes para los
«Reinos de Taifas» en los que se ha convertido –dicen- el Estado
autonómico. Cuarto: políticas impositivas y fiscales
excesivas, sobre todo para las capas altas de la sociedad. 5º: una
tolerancia cultural y moral intolerable ante fenómenos como la homosexualidad,
el feminismo, etcétera. Por último, una excesiva blandura de los populares para con los fenómenos de
memoria histórica, una permisividad inaudita para que la izquierda «altere» hechos
históricos incontrovertibles del pasado, asumido (y liquidado) -creen- por
la Transición.
¿Qué fórmula sale de todo este conjunto de posturas que se pueden
resumir en: nacionalismo español extremo, reivindicación de la obra
histórico-social y cultural de la dictadura (de la que se reproduce su lenguaje
más beligerante: frentepopulismo, socialcomunismo,
etc., con el único añadido novedoso de «bolivariano»), xenofobia (léase
islamofobia), virulento ataque a los avances en materia de igualdad, género,
modelos de familia, etc.?
La simplificación más común nos haría decir ¡fascismo!, pero esta
fórmula –hoy más un insulto que un análisis- nos hace avanzar muy poco. El
concepto «nacionalpopulismo» es para nosotros igualmente inútil, pues, como
dice Enzo Traverso (Las nuevas caras de
la derecha), «populismo» es un concepto tan explotado, manoseado y
reiterado que habla más de quien lo enuncia que de la cosa que pretende
describir.
Evidentemente es interesante comparar el fenómeno de esta «nueva» extrema
derecha española con sus hermanas de Europa y establecer diferencias y
similitudes; pero hay que tener en cuenta que la derecha radical europea no es
del todo homogénea y, además, ha pretendido (quizás logrado) evolucionar en sus
años de vida, como demuestra el caso del Frente Nacional francés. En cualquier
caso, la une con ellas, en primer lugar, la xenofobia antimusulmana, el
problema de la inmigración, el «peligro» de una perversión de la verdadera
«nación» blanca y cristiana (como a Trump). Aunque se señala que hay extremas
derechas europeas tolerantes con las diferencias en los modelos de vida y,
sobre todo, que algunas de esas derechas europeas han llenado de contenido
«social» sus programas, pretendiendo atraer a sectores obreros hipercastigados
por las sucesivas crisis y los modelos liberales de desregulación y
precariedad. Hasta ahora Vox habría sido la excepción por su programa económico
ultraliberal y de adelgazamiento radical del gasto público del Estado; pero,
como era de esperar, esto está cambiando puesto que no solo con retórica se
pueden ganar a ciertos sectores vulnerables y cada vez más ofrecerán la cara
«social» de su programa.
Entonces, ¿cuál es la especificidad de la extrema derecha española? Yo
creo que para enfocar mejor el análisis hemos de ver su procedencia sociológica
y las particularidades de la historia de España reciente. El fascismo español
no fue derrotado como el alemán o el italiano sino que, victorioso, duró
cuarenta años y desde el primer día hasta el último hizo gala de la «victoria»
y de su nula voluntad de reconciliación con la otra media España. La cultura
franquista impregnó hasta hace no tanto a una parte nada desdeñable de la
población española; buena parte del cuerpo social español se «benefició» de la
dictadura, prosperó si no gracias a
ella sí durante ella. Todo esto, es
indudable, dejó unos considerables cientos de miles de españoles, o bien
directamente franquistas, o bien más complacientes y aceptadores que críticos
de la obra y el resultado de franquismo. Parte de esa cultura «franquista» fue
transmitida, asumida y reactualizada por una parte de las clases acomodadas (y
otras no tanto), cuyo balance del franquismo es indudablemente favorable. Pero
como nos muestran los análisis de Daniel Bernabé (La trampa de la diversidad) o Esteban Hernández (El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en
el siglo XXI), esas clases acomodadas españolas, las que se manifiestan con
caceroladas pidiendo «libertad» en el centro del barrio de Salamanca, no son ya
exactamente las «élites»; viven un desplazamiento de su posición tradicional de
«dueñas» de España. Las verdaderas elites españolas no son de Vox, son
«progresistas» en el sentido amplio de que aceptan y quieren la globalización,
un comercio sin fronteras, continuar la lógica neoliberal, el multiculturalismo
y la recepción de inmigrantes (el nuevo «ejército industrial de reserva»).
Están bien representadas en Davos, en Joe Biden, en la troika, en un amplio
espectro político que va desde el centro-derecha al centro-izquierda y, en
definitiva, están lejos de la cutredad plebeya de Vox. No confundamos a este
partido solo con las élites. Son otra
cosa, desde luego más heterogénea; por supuesto hay franquistas,
tardofranquistas y neofranquistas, pero también mucha gente cabreada y
desorientada; interclasista en sus votantes pero netamente pija en sus dirigentes. Un cáncer político que, como señalan
algunos autores, es una enfermedad propia de la senilidad de Europa.
Totalmente de acuerdo con el análisis. Yo apuntalo algo más las raíces franquistas de VOX, que me parece que comparte con el sector "duro" del PP. El sueño de la Transición...
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